
Marina batalla todos los días para tomar camión. Foto: Fernanda Carapia
Fernanda CarapiaGuadalajara, México (16 agosto 2020).- Movilidad, un derecho de todos, pero coartado para las personas en silla de ruedas.
Marina González pretende llegar a las 10:00 horas al Centro de Guadalajara, así que arriba a la parada del camión dos horas antes.
Sobre la Carretera a Saltillo, frente a la Cruz Verde de Villas de Guadalupe, en Zapopan, aguarda la ruta 636 Mesas, que la lleva directo a su destino.
El primer obstáculo aparece. El conductor de un taxi y el chofer de una camioneta de carga se estacionan en lugar prohibido, tapando por completo su visibilidad.
«A la gente no le importa, no tiene conciencia, se ponen enfrente y es imposible ver si viene el camión y pues cuando pasa no alcanzamos a ver y se va».
Superada la barrera, depende del humor y la voluntad del chofer de la unidad.
Muchas veces, cuenta, los camiones adaptados sí se paran, pero solo para subir al resto de usuarios que aguardan en la parada, a Marina, la ignoran.
«Les digo que por qué no me suben y se hacen los locos, que no oyen, o dicen que no sirve la rampa y se van, otros de plano no se paran cuando me ven», lamenta.
Una ocasión, no hace mucho, recuerda, le hizo la parada a una unidad adaptada, pero el conductor la ignoró, por lo que aprovechando el alto, se puso frente de él hasta obligarlo a bajar la rampa.
Ya pasaron dos horas y el camión apenas se asoma. Marina le hace la parada y el chofer se detiene.
Molesto baja la rampa, pero ésta no toca el piso, hay una separación de más de cinco centímetros que impiden que Marina suba por su cuenta. Pide ayuda; la recibe de mala gana
Ya en la unidad, el conductor no quiere perder tiempo y arranca. Ella pone el freno a su silla y se aferra a uno de los tubos. En un alto, intenta acomodarse en el espacio destinado para las sillas, pero es imposible, además de que no hay cinturones de seguridad, el conductor pisa el acelerador.
«No tienen conciencia, se enojan porque les pedimos la parada, las rampas están en mal estado, los choferes no están capacitados», lamenta.
La falta de unidades adaptadas y de rampas en buen estado han dejado a Marina a la deriva.
Hace varios meses, ya de noche y tras más de dos horas de espera, pasó el camión adaptado que esperaba, pero la rampa no servía.
«Yo sí le dije al chofer que qué iba a hacer que tenía que llegar a mi casa, y me dio para un taxi, si no fuera por eso, no sé qué hubiera hecho porque no traía dinero».
Marina tiene evidencia de cómo los camiones le niegan la parada y pese a los múltiples reportes no ve cambios.
Reconoce que hay rutas, como la 231 o el trolebús, donde los choferes son amables y hasta la ayudan.
Para Marina, el Gobierno debe exigir a los transportistas tener en buen estado sus unidades adaptadas, capacitar a los choferes e incrementar el número de camiones con rampa lo que facilitaría su movilidad, pues hoy, hasta ir al tianguis se vuelve una odisea.
Marina llegó a su destino. Dejó atrás al conductor malhumorado, pero ahora se enfrenta a banquetas en mal estado u obstruidas que la obligan a circular por el arroyo vehicular, exponiéndose a ser arrollada.
«Y esto es todos los días, la Ciudad no está adaptada para nosotros».